Nos enseñaron que el error es una equivocación, un desacierto, un fracaso. Como consecuencia de eso, para no vivenciarlo muchos prefieren no actuar.
Si Tomás Edison hubiera seguido ese patrón, todavía estaríamos iluminándonos con velas en lugar de lamparitas. Y así lo dijo: “No he fracasado, sólo he encontrado 10.000 formas que no funcionan”.
En la escuela el error debería ser parte del proceso de aprendizaje. Los niños deberían poder equivocarse las veces necesarias para entender, en el marco de lo que se denomina “aprendizaje significativo”. Pero esto no ocurre siempre así y el error se resalta con color rojo, trayendo aparejado una nota objetiva que no involucra el proceso.
También en nuestros hogares, trabajos y actividades recreativas, el error se resalta, tal vez no con color rojo, sino con apreciaciones descalificantes, burlescas, desmotivadoras, cuando en realidad, deberíamos entender que errar es la posibilidad de encontrar la solución.
Enojo, frustración, miedo, son los sentimientos que más frecuentemente nos invaden cuando nos equivocamos. Un estudio reciente que publicó la revista Psychological Science, determinó que las personas que piensan que pueden aprender de sus errores, tienen una reacción cerebral que les permite recuperarse con éxito. Pero al contrario, la gente que lo ve en sentido negativo, se bloquea y es probable que vuelva a fallar.
Hace unos meses, llevé a mi hijo a un curso de programación de video juegos y el profesor me dijo que no se los calificaba con notas, sino por módulos que iban superando. No entendía el por qué, hasta que me explicó que se trabaja con el error, cuanto más se equivocan, más respuestas tienen que buscar entre todos en la clase para resolver los problemas que se presenten, usando al máximo la creatividad. Y la verdad es que me pareció que eso se podría aplicar en muchos lugares, de hecho en numerosas empresas de Estados Unidos celebran las equivocaciones y entre todos los empleados buscan las soluciones.
Para que los errores no se repitan, es necesario comprender la razón de fondo y si los seguimos repitiendo es que no estamos progresando y se pueden convertir en malos hábitos.
Hay que cambiar la forma de pensar, entender que los errores son experiencias de las que se aprende y animarse. Ocultarlos, culpar a otros, negarlos, no nos ayuda para nada. Ofrecer disculpas cuando nos equivocamos fomenta la dignidad y restablece la confianza. Pero no debés ser perfeccionista, porque si tenés miedo a cometer errores, te vas a pasar la vida sin hacer nada.
Te dejo esta frase para que pienses:
“No tengo más éxito que vos, tengo más fracasos y aprendí más”
Entonces, ¿Qué vas a hacer a partir de ahora?
Excelente!!!
La frase final da para reflexionar sobre cómo se trata este tema en todos los ámbitos de la vida.
No dejar de intentar
Muy buenooo!! Material.de lectura p el curso de preceptor!!!
Cierto!!!! Hay que animarse
¡Me encantó el artículo! Está tan arraigada en nuestra cultura esa manía de hacer sentir que quien se equivoca es torpe o incapaz, cuando en realidad quizás sólo trató de hacerlo de un modo distinto y no lo logró. Pero sin significar negligencia o pereza y si puede ser el indicio de una persona con gran creatividad.